Así como los militantes de los años 60, tienen serios compromisos políticos, pero prefieren actuar en los movimientos sociales y no en los partidos, son profundamente ecologistas y rechazan toda forma de violencia, sea de izquierdas o de derechas.Muchos son chicos de entre 15 y 20 años, que en 2001, cuando se celebró el primer Foro Social en Porto Alegre (sur de Brasil), pensaban más en juguetes que en tratar de hacer del mundo un lugar mejor.
"Hace nueve años yo no estuve en el foro, pero mi padre sí", dijo a Efe Vania, una chica de 16 años que llegó a Belén con un grupo de amigos y una mochila al hombro, precisamente desde Porto Alegre.Vania y sus amigos han pasado una semana en el "Campamento de la Juventud", una experiencia de socialización nacida en el Foro Social de 2002 y que desde entonces se repite en cada cita del movimiento contra la globalización.
Esta vez, en Belén, el campamento ha contado con cerca de 15.000 jóvenes, que han compartido comida, sufrido las habituales lluvias de esta ciudad amazónica y socializado hasta en las duchas, colectivas y al aire libre.Algunos chicas y chicos pudorosos optaron por ir a las duchas con playeros trajes de baño, pero también muchos decidieron ir desnudos, como en sus propias casas, y todo en la mayor armonía.
La primera impresión para quien visitó el campamento fue de que reinaba la más caótica anarquía, pero en realidad no fue así y allí imperó una militante disciplina, que reguló hasta el consumo de alcohol y de drogas, aunque con alguna concesión para la marihuana.
Los acampados fueron obligados a clasificar con el mayor cuidado la basura producida, que fue separada entre orgánica e inorgánica, y participaron cada día en cientos de actividades y debates sobre socialismo, feminismo, ecología y hasta asuntos esotéricos.
También hubo talleres de tatuajes, en los que incluso se promovió una curiosa integración de culturas.
Indios de tribus amazónicas se unieron a jóvenes latinoamericanos para enseñarles sus propias técnicas y hasta pintaron a decenas de ellos.Uno de los espacios del campamento fue la "Aldea de la Paz", en la que participaron jóvenes pacifistas de una treintena de países que promueven la espiritualidad ecuménica, sólo consumen alimentos orgánicos y claman por un mundo sin guerras ni fronteras.
Al caer el sol, cada noche en el campamento hubo fiesta y mucha música, contra la que quienes querían dormir no podían protestar.
Antiguos temas de los cubanos Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, del uruguayo Daniel Viglietti o del venezolano Alí Primera y el reggae de Bob Marley le han dado un tono musical y militante al campamento.
Sin embargo, estos jóvenes con aparente nostalgia de épocas que no vivieron también bailaron al son de ritmos más actuales y propios de sus tiempos, como el rap y el hip hop.
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